Hace cuatro años atrás era todo tan distinto. Mi vida era otra.
Dejaba atrás medicina, aparecían mis amigas, que todavía-lamentablemente- me acompañan. Todo resultaba de otra manera.
Además estabas vos ahí presente, con tu risa, tus enojos, tu dureza- a veces- y tantas otras cosas.
Todavía me acuerdo nuestras charlas sobre quienes serían los titulares ante Francia, leyendo el suplemento del diario, criticando a la dirigencia y más otros cúmulos de temas. Sosteniendo la fe en el equipo, defendiendo las palabras de Pichot, peleando por nuestros pensamientos, explicando lo que era este juego con esa pelota distinta, rara.
Yo soportaba a que todos me pregunten: ¿Qué hace una mujer opinando de éste deporte? (No te preocupes, lo siguen haciendo).
Me acuerdo que el primer partido yo lo mire en casa, no se la fecha exacta pero solo memorizo que era un viernes (tengo memoria para cosas inútiles o no, depende). En cambio vos lo viste en esa Escuela que unos años más tarde la terminaría odiando “maldito uniforme verde” (ese gusto tuyo nunca lo compartimos).
Sucedieron muchas cosas, yo me alegre por el partido, me ilusione, grite como loca la pelota robada por Horacito y el try de Nani después.
Llegaste a la noche y ese fue nuestro tema excluyente: “el test match”. Le explicamos al tío, para vos, papá, para mi, como había sucedido eso.
Así fue que nos fuimos emocionando con cada partido, hinchando por ese equipo por el cual confiábamos.
Luego, nos alborotamos con Sudáfrica y pensamos, que era como el partido que años atrás habíamos visto en cancha de River contra Australia “la noche de los silbidos”. Aunque sabíamos que no era así, más bien otra cosa, que dolía (al que no le gusta este deporte no se si lo puede entender).
Pero luego, todo cambio, cuando vimos juntos ese partido, que era como la final. Nos alegramos por esos chicos, suspire como mujer por Juan Martín, era/es recreación para la vista; perdón, no solo de el juego se basa el rugby para las mujeres.
Hoy pasaron cuatro años de aquello, resultando muy diferente.
La que escribe estas líneas, ya no tiene a su primo/amigo para comentar el deporte de la guinda. Hay otros familiares, personajes, con los que puedo hablar, pero no es exactamente lo mismo. Me faltas.
Lo siento hoy, a horas de que arranquen las quince fieras. Aunque duele, se que estas ahí presente.
Te pido-si podes- desviar la pelota de los ingleses cada vez que pateen la H y que el muchacho Coccia repita muchos aaadentro. ¿Lo lograras? Que soplen todos desde donde estas y tal vez se logre algo, igual acá las fieras pondrán todo, seguro.
Me retiro, esperando (es bastante largo todo) para ver que sucederá.