A veces pienso que sería de mí si no tuviese mi café diario. Seguro que para muchos es meramente una tontería, algo insignificante, en cambio para mi no lo es. Podría definirlo como uno de los pocos momentos-por no decir el único- alegre mientras estoy en el insípido trabajo.
Hoy me levante con leve sueño que habitaba en mi cuerpo. Tal vez, es producto de una noche resumida de charlas con amigas acompaña lógicamente del líquido que antes mencione.
Aquellas reuniones donde se comenta de todo y de todos ¿o me dirán que no es así? Los hombres tienen la idea en su cabeza de que siempre se habla de ellos y que ese es nuestro único tema, lógicamente que se los nombra, llegando a millones de teorías- que en conclusión de nada sirven. ¿O a caso sirve de algo saber que la gran mayoría se comportan de la misma manera? Darse cuenta que todos en algún punto tienen actitudes infantiles sea la edad que sea o saber que una sigue esperando algo que no sucede. No siempre son estas cuestiones, nosotras tanto como el sexo opuesto tenemos virtudes y debilidades. En fin, es un tema demasiado trillado y largo para comentar.
Todo surge de un café, que creo-en mi caso personal- es mi compañero perfecto, por lo menos no se comporta infantil, no me engaña, yo no espero nada de él (me da lo justo y necesario) y me animaría a decir, que solo tiene virtudes.
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