Era una mañana cualquiera
de un lunes común. Todo parecía normal: el café con leche, el diario por
Internet, las noticias, algunas tristes, digamos nada novedoso.
Salgo rápido, por que como siempre seguro llego tarde. Me tome la línea C en Constitución. Aguanto el tumulto de gente y caras conocidas: Fabricio el que trabaja en el banco por Avenida de Mayo, José el que se canta todo en el poco habitáculo que tiene (¿Su especialidad? La imitación de la voz de Sabina) y Eugenia la contadora de una empresa importante que baja en Diagonal Norte, además de tantos otros.
Salgo rápido, por que como siempre seguro llego tarde. Me tome la línea C en Constitución. Aguanto el tumulto de gente y caras conocidas: Fabricio el que trabaja en el banco por Avenida de Mayo, José el que se canta todo en el poco habitáculo que tiene (¿Su especialidad? La imitación de la voz de Sabina) y Eugenia la contadora de una empresa importante que baja en Diagonal Norte, además de tantos otros.
Eugenia era linda,
imponente, llamativa, podía dejar con la boca abierta a casi todos los que la
conocían. Su cabello era dorado, sus ojos se parecían al océano y poseía una
silueta como si fuese una modelo.
Yo era el mismo de siempre, aburrido de estar en esa maldita oficina mal pago y con ese título debajo del brazo que mucho-en este tiempo-no serbia.
Yo era el mismo de siempre, aburrido de estar en esa maldita oficina mal pago y con ese título debajo del brazo que mucho-en este tiempo-no serbia.
Nos bajamos en Diagonal
Norte y mientras charlamos, nos despedidos “hasta mañana”. Me pregunto si algún
día ella se fijará en mi, si yo podre interesarle en algo o si me aceptaría un
café. A lo que mi respuesta llega de inmediato ¡No! Bueno, besos, abrazos y
seguimos.
Yo tengo un pequeño tramo
más por la linea D me toca bajar en Palermo. Me vuelvo al subte y me pongo los
auriculares, de fondo suena Serrano (el que vos me hiciste escuchar por primera
vez)
Todo era como un día
cualquiera más hasta que de pronto en Callao veo ingresar a una bella mujer de
pelo castaño, sumergida en grandes tacos. Vestía una pollera ceñida al cuerpo,
camisa blanca-por lo menos eso notaba- pelo suelto con leves ondas y grandes
anteojos.
Al no poder creer lo que
veían mis ojos me los vuelvo una y otra vez a frotar para saber si esto es
realidad o se trata de un cuento que estoy inventando. No, esto no es ficción
es ella: Cecilia.
A Cecilia la conocí
cuando arrancaba a estudiar Contaduría en la universidad, estuvimos juntos
durante algún tiempo. Mejor dicho desde que me anime a decirle que la quería
más que una amiga (eso costó bastante). Compartimos muchas cosas, música,
salidas, alegrías, tristezas también. Nunca supe por que dejamos de querernos,
en realidad, nunca supe porque ella me dejo de amar. Sus palabras siempre
fueron escuetas, a ella le costaba decir “te amo” tanto como a mí me costó
decirle “¿Queres ser mi novia?” La vida y sus miedos que siempre aparecen en
momentos.
En fin, el tiempo se nos
paso y cuando nos dimos cuenta ya nada entre nosotros tenía sentido. Las
relaciones son de a dos, digamos un cincuenta y cincuenta. Cada parte aporta en
igual cantidad de amor y otras cosas, cuando no es compartido algo se quiebra.
Por eso nosotros no funcionamos, eso pienso ahora. Luche por ella e intente que
me quiera, pero esas cosas no se obligan.
Ahora vuelvo a donde
estoy, en el subte. Tal vez esperando que se de vuelta, me vea, salude y diga
unas palabras. Yo por lo pronto trate de leer mi libro; concentrándome en algo
que resultaba imposible.
Cuando menos lo esperaba
noto que si me está mirando, trato de esbozar una sonrisa e intento levantar
una mano para saludar, pero me detengo con rapidez ya que existe ignorancia por
parte del otro lado.
No era ficción inventada
por mí, no se trata de la canción de Ismael Serrano (Recuerdo) esto es real.
Era su rostro, su cuerpo, una persona desconocida ni se fijaría tanto en mi y
menos pondría cara de enojo (porque así era su cara en este momento). Ahí
aparecieron mis dudas, preguntas sin respuestas: ¿Qué le hice para que no esboce
ni una palabra? ¿Me habré portado mal con ella? Si pienso bien, no terminamos
mal, es más, ella termino conmigo diciéndome que ya no me quería como antes.
Se nota que las mujeres
son extrañas, en realidad el ser humano es raro en algunas ocasiones.
Estoy apurado, me tengo
que bajar e inevitablemente me chocare con ella. Eso es lo que ocurre y lo único
que atino es a decirle un: Hola Cecilia ¿Cómo estás? Lamentablemente existe decepción
porque no es capaz de saludar.
Me vuelvo a la oficina
pensando si tal vez esta historia si era como la de la canción de Ismael
mientras que pienso que si era así ella tendría que haberme dicho que no me
conocía y eso no fue lo que hizo.
Mientras que camino hacia
el trabajo me tomo un café y me dedico a mirar el twitter (aunque odie las
redes sociales tan usadas en la actualidad) para leer algo letal:
@Cecilia85 : Hay gente
que veo y detesto volver hablarles. Arrancamos mal el lunes.
A lo que mi respuesta
también fue contundente:
@Nacho: Para mí si era un
buen lunes, hasta que gente que aparecen lo intentan arruinar. Aunque,
aclaremos, que los sentimientos no cambian
Ese fue mi lunes de hoy.
Ya estoy cansado y debo dormir. Pensemos en que mañana será otro día, ojalá
distinto. Mira si le digo algo a Eugenia y acepta tomar un café.
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