viernes, 13 de junio de 2014

El llamado

Es de noche, ya hace frío. Digamos el típico de un diez de julio. Desolado (como casi siempre) me encuentro tomando mi caldo de verduras con la copita de tinto, pasa el tiempo y pienso si le doy una pitada a ese habano cubano que me trajo el jefe. Nunca sé porque se empecina en traerme ese tipo de regalos; yo solo los acepto para no quedar mal. A otros les trae mejores cosas como por ejemplo a Clementina; ella sí que recibe buenos agasajos. A veces tiene la suerte de algún viaje. Clementina es abogada como yo; trabaja en el estudio hace cinco años. Si la tendría que describir físicamente diría que posee más el cuerpo de una azafata que de una simple doctora. Dota de un pelo claro, cuerpo lánguido y ojos azules como el océano. Creo que no existe nada para objetarle, salvo el mal humor de a veces cuando discute con el jefe que, por lo general, no tienen que ver con asuntos del trabajo. Se rumorea que esos dos andan en algo. En realidad lo sé pero me hago el tonto para no pensar y creer que algún día estará “enamorada” de mí. Hace años luz que esa palabra no entra en mi diccionario. Son las doce o eso creo, ando medio perdido con el tiempo y tomo una aspirina por el insoportable dolor de cabeza que tengo. Luego agarro mi revista preferida que todos los miércoles del primer mes el loco Mancuello, del puesto de diarios, me la guarda para mí. Supongo que nadie comprará al “Detective perfecto”. Se trata de casos, casi siempre con alguna muerte metida, en el cual el protagonista (Funes Faustino) debe resolver. Todavía no logro saber porque me gusta ese tipo de lecturas. Cálculo que ocurre por la monotonía del trabajo de tratar siempre lo mismo: divorcios. Gente que solo pelea por la plata y le importa muy poco la familia. En fin, nada nuevo. Decido tumbarme en la cama para ver que hace Funes con el deceso de su compañero de trabajo ¿descubrirá al culpable? ¿Se tratará de alguien de la oficina? No lo sé y no pretendo enterarme hoy, quiero el suspenso para mañana mejor. Justo cuando estoy intentando dormir sin pensar en el “Detective perfecto” el teléfono suena. No estaba en mis planes atenderlo pero en eso aparece mi mal presentimiento familiar y al segundo timbrazo voy así como estoy con solamente el calzoncillo. Cuando lo levanto solo escucho una voz que llora desconsoladamente. Por un momento quería cortar, pensaba en que era número equivocado. Hasta que escucho a una mujer que me dice casi a los gritos:

-Lo mate Rolo, lo mate y no sé qué hacer. Al principió sospechaba que se trataba de algo incorrecto pero al pronunciar mi nombre me di cuenta que la otra persona si me conocía y bastante. Muy poca gente me suele decir por mi apodo Rolo y no Rolando. Lo primero que se me vino a la mente era que se trataba de mi hermana (la voz con el llanto me generaba un mar de dudas) luego la descarte por lo insípida que es ella y él poco tacto que puede llegar a tener para intentar matar a una persona, aunque nunca se sabe que generaría la mente humana en una milésima de segundo. Lo que si tenía bien definido era que se trataba de una mujer con voz cálida pero inmensamente nerviosa.

-¿Me estas escuchando Rolo? Te estoy diciendo que asesine a una persona ¿Seguís ahí? ¿Te fuiste? Por favor lo único que te pido es que no me dejes sola con esto; ayúdame. Solo atino a contestar que se tranquilicé porque con tanto llanto no logro descubrir de quien se trata. -----Perdón, pero entre tanto grito no registró quien sos.

-Rolo, soy yo ¿No me reconoces? Ahí noto algo pero me costaba pensar que podía llegar a ser Clementina ¿A quién puede matar? Ella sería incapaz de hacer algo así. Se trataba de mi Clementina,aquella mujer que amo aunque no me responda por ese amor.

-Clementina soy, Rolo. Solo necesito que me ayudes. Aquí es cuando me agarra un dolor en el pecho y mis palpitaciones comienzan cada vez más fuertes. Intento calmarme para no tratar de trasmitir eso y que de mi parte sea solo tranquilidad.

-Despacio Clementina, contame que paso, donde fue y a quién asesinaste. Con la voz entre cortada escucho la peor noticia que podía escuchar un miércoles por la noche.

-Mate a Otasso. Ahí es cuando no puedo creer y salir de mi asombro, se trataba del jefe. Me quedo mudo en silencio sin decir una palabra casi generando tirar el teléfono y sentir que lo que Clementina me decía era un pesadilla de madrugada.

-¿Qué decís nena? Decime que es un chiste de mal gusto.

-No lo es. Lo tengo acá, tirado y yo con las manos ensangrentadas. Con el miedo atravesado en mi cuerpo. Acércate que no se que realizar. No sé. Clementina solo se dedicaba a llorar y yo solo pensaba en qué hacer. ¿Ir y enterrar su cuerpo? ¿Ser su cómplice? ¿Dejarla sola? ¿El amor por el otro hasta donde llega? Ahora si había un muerto cercano como el de la revista y en este momento podía ser cómplice o ser como Funes falsamente porque yo ya sabía el culpable. Solo lo tengo que meditar rápidamente no hay demasiado tiempo. Aunque; agarré las llaves del auto y me puse el piloto era peligrosa la tormenta que acechaba sobre Buenos Aires y partí con rumbo desconocido quién sabe hacia a dónde.

Continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario